domingo, 24 de agosto de 2008

LEYENDAS COSTARRICENSES



Las Leyendas de Costa Rica son conjunto de tradiciones folclóricas que se componen en su mayoría por relatos de almas en pena, magia o cultura indígena, unidos por la presencia constante de la religiosidad que caracteriza al pueblo costarricense. Las más populares son el Cadejos, la Cegua y la Llorona.

El Cadejos: “vení temprano”, le decía Juan a su padre que por sus largas borracheras no paraba en su casa ni de día, ni de noche. A lo cual contestaba este "hijo de Dios en mi casa cuídame tu a mi familia, madre que te engendró y padre respeto por Dios quiero yo". Aburrido de estas palabras que a diario escuchaba, decidió darle un escarmiento, consiguió un cuero negro, varias cadenas de perro y se escondió a su espera. Como siempre y de madrugada apareció su padre con tremenda borrachera, aprovechó Juan y poniéndose el cuero y sonando las cadenas quiso darle una lección. "Por asustarme y contradecirme "cadejos" quedarás y a todos los borrachos del mundo en sus necesidades ayudarás".

El cadejos es un espeluznante y fantástico animal que la gente supersticiosa lo señala como un enorme perro, de ojos encendidos, de pelo muy largo y enmarañado, que desde tempranas horas de la noche salía a asustar a las personas, en especial a los que andaban en malos pasos o niños desobedientes, o a espantar caballos, gallinas y hacer otras diabluras más. Según algunos vecinos del pueblo, era lo más tétrico y pavoroso que le podía haber sucedido a los que hubieran tenido la mala suerte de ver a la más terrible de todas esas maléficas criaturas: el "Cadejos". Al perro negro y encantado que aparecía y desaparecía como obra de magia, arrastrando enormes e invisibles cadenas que se oían pero que no se veían, rechinando largos y puntiagudos colmillos y lanzando fuego por la boca, ojos y orejas. Las personas que tuvieron la mala suerte de verlo solían decir que era el verdadero Lucifer personificado en forma de perro.

La Cegua: los hombres trasnochadores y borrachos tenemos más probabilidad de topárnosla cuando venimos de la cantina pasando por trillos y cafetales. Bella como el girasol, de curvas pronunciadas y grandes bustos, piernas torneadas como bizcocho de maíz, su cara por mi borrachera no se notaba muy bien. Al pasar junto a ella en mi caballo a las 11 de la noche, me pidió fuego para encender un cigarro, de inmediato saqué mis fósforos y al encender, miré su cara de yegua, con sus grandes dientes y sus ojos rojos y endemoniados, caí desmayado sobre mi caballo y duré 4 días con la lengua trabada.

La cegua - "Es una joven muy linda, blanca, con los ojos negros y grandes, el pelo rizado y la boca preciosa. Todos los que la miran así se encantan de ella y, sobre todo, les da lástima porque se le ve cansancio en la cara y se le siente en la voz". "Nadie se resiste a su ruego, y todos caen en su lazo. Hay quienes le ofrecen la delantera de la montura y otros que prefieren llevarla atrás. Para ella es lo mismo. Cuando comienza a caminar, si va adelante vuelve la cara, si va atrás hace que el jinete la vuelva a ver. Entonces aquella mujer hermosa ya no es ella. Tiene la cara corno la calavera de un caballo: los ojos lanzan fuego, enseña con amenaza los dientes pelados y muy grandes, tiene la boca abierta y arroja un vaho por aliento que huele a podrido. Al mismo tiempo sus brazos, como fierro, se agarran del jinete. El mismo caballo, que parece que se da cuenta de lo que lleva encima, arranca a correr como loco sin que ninguno lo pueda contener". "¿Y qué pasa después?" Los que al montar a la joven hermosa tenían malas intenciones, esos mueren todos, y se les encuentra tendidos con los ojos abiertos y saltados. Los otros, ya se lo dije, para el resto de su vida quedan sin servir para nada".

La llorona: de los campos a las ciudades emigran muchas jovencitas en busca de su sueño, de estudios y de tener mejores trajes y dinero para ayudar a sus familias. Esta, como muchas, llegó a la ciudad y se empleo en casa de ricos, enamorándose de su hijo el cual cruelmente la dejó embarazada y luego la despidió de su trabajo. No habiendo más que hacer, se devolvió a su casa escondiendo su hijo bajo su delantal, lo cual no logró por mucho tiempo, su familia, apegada al cristianismo, comenzó a decirle su error a todas horas, creándole gran angustia. Una noche bajo un gran aguacero corrió hacia el río y pariéndolo lo lanzó a la corriente, al ver lo que había hecho se lanzó detrás del niño gritando y llorando. Todavía en las noches de luna después de una creciente se oye el llanto de esta mujer, y se puede verle tras el rayo de luna en el agua del río, tratando de alcanzar a su hijo.

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